Sor Lucía Caram: “Ver jugar a Messi es disfrutar de la belleza, no sólo del fútbol”

Sor Lucía Caram: “Ver jugar a Messi es disfrutar de la belleza, no sólo del fútbol”

Acaba de ser premiada como 'Catalana del Año'. La monja más mediática de Cataluña es argentina, catalana de adopción, seguidora incondicional del Barça y devota de su compatriota. Recuperamos la entrevista publicada en la Revista Barça el pasado diciembre

Sor Lucía Caram (Tucumán, Argentina, 1966) es dominica contemplativa y llegó hace 19 años a Manresa, al Convento de Santa Clara, donde hoy vive con cuatro hermanas de Congregación. Lejos de dedicarse sólo a la vida claustral, a la oración y a la contemplación, hace una labor social incansable a favor de las personas más desfavorecidas y vulnerables. Ha impulsado, entre otros, varios proyectos, como el Grupo de Diálogo Interreligioso de Manresa, el Proyecto MOSAICO de salud mental y la Fundación Rosa Oriol.

Habla un catalán muy bueno, aunque de vez en cuando se le escapa un ‘este...’ muy argentino.
¡Sí, demasiado a menudo! Aprendí el catalán en parte por inmersión, porque en Manresa todo el mundo habla el catalán, pero también me pasé muchas tardes con el “escolti i repeteixi” del ‘Digui Digui’.

¿Hablar catalán le ayudó a integrarse?
Sin duda. Antes de venir a Cataluña, había gente que me recomendó que no viniera. Cuando llegué, un gran amigo mío, aragonés, que ahora es el exorcista de la diócesis de Barcelona, me dijo dos cosas: cree en Dios más que nunca y aprende el catalán, y me lo tomé al pie de la letra. ¡Y no me ha ido mal! Pienso que cuando uno llega a un lugar tiene que aprender la lengua y asumir la cultura, esto es fundamental para arraigar y entender a la gente.

Usted nació en Tucumán, pero en Argentina era seguidora del Boca.
Me crie en Tucumán, a los 18 años fui a Buenos Aires, y en Argentina o eras del Boca o de River, o quizás del San Lorenzo, el equipo del Papa. Tenía siete hermanos y seguía a dos chicos, así que me gustaba jugar al fútbol. Era muy pequeña entonces y no fue hasta el año 1978, en medio de la dictadura militar, cuando el fútbol y el Mundial nos unieron a todos los argentinos en medio de una situación de drama. A partir de este momento yo me volví más fanática del fútbol.

En Argentina o eras de Boca o de River, o quizás del San Lorenzo, el equipo del Papa

¿Y cuándo y dónde comienza su afición por el Barça?
Cuando llegué a Manresa, en la comunidad había una hermana, Teresa Elvira, que tenía esclerosis múltiple y que podía hacer poca vida normal, y era una fanática del Barça. Con ella encontré a una persona con la que podía hablar de fútbol, empezamos a ver los partidos, a escucharlos por la radio y cuando salía le llevaba algo del Barça. Luego, con la era de Pep Guardiola, todos tuvimos un subidón. También coincidió con la vida que he seguido, cinco años de vida contemplativa en Valencia, poco a poco empiezo a integrarme en la vida social, con actividades sociales, y la Cataluña central es muy azulgrana. La gente con la que me relaciono vive mucho los colores del Barça. Todo mi ambiente favorecía que me apasionara por el Barça.

El fútbol une a las personas y el Barça ha sido históricamente un instrumento de integración social. ¿Usted lo ha comprobado?
Sí. El Barça es un elemento integrador y que nos facilita la entrada y el diálogo en diversos ámbitos. Cuando empecé a trabajar en temas sociales, a la hora de entrar en las escuelas, todo lo relacionado con el Barça, como pasión, como compromiso y como valores, me sirvió mucho. Creo que el Barça ayuda a hacer país y en mi caso también influyó la figura de Messi. Pero cuando decimos que el Barça es más que un club, aquí también hay un cúmulo de valores. Es toda una filosofía de vida que otros equipos te dirán que también lo tienen, pero no lo han sabido vender como el Barça. Por eso, cuando vemos actitudes que no están en la línea de este tipo de valores con nuestros jugadores, nos duele.

Esto le pasó en el último Clásico, en el que parece que se le fue la mano en Twitter criticando al árbitro y a Cristiano Ronaldo..., esta actitud sorprende un poco en una monja, ¿no cree?
Yo soy muy apasionada y cuando me pongo a ver un partido de fútbol me meto con todo. Entiendo que sorprenda, entiendo que quizás debería ser más prudente. Siempre digo que antes tenía incontinencia verbal y ahora tengo incontinencia digital, pero creo que debemos aprender también a tomarnos la vida con sentido del humor, que también es el sentido del amor. En mi gremio nos hemos acostumbrado a un lenguaje espiritual que está muy lejos de la realidad. Jugamos, sentimos, nos apasionamos como todos los mortales, y lo que nos debe interesar es lo que interesa a todo el mundo. ¿Por qué debo disimular que me gusta y disfruto cuando veo un partido de fútbol? Tal vez voy a un museo y me aburro como una ostra, pero yo creo que hay que aprender a disfrutar de la belleza, y para mí, ver jugar a Messi también es disfrutar de la belleza, no sólo del fútbol. Cuando uno disfruta y se mete en las entrañas de las cosas, no piensa si eres monja, si toca o no toca, simplemente te metes y humanamente dices lo que vives y lo que sientes. Otra cosa es que uno tenga que mejorarse, y que no está bien criticar o condenar, pero hay cosas que son una evidencia, como el hecho de que Messi es humilde y Cristiano un prepotente.

Entonces, ¿la pasión por el Barça también le juega malas pasadas?
Todo lo que aplico al fútbol intento aplicarlo a la vida también. Para mí el fútbol es una pasión, pero intento aprender de esta pasión. Soy apasionada cuando veo un partido de fútbol, pero también cuando me implico en una causa, y cuando me implico en una causa también meto la pata, como cuando hago un tuit que no toca.

Usted es una religiosa de vida contemplativa y de clausura, pero lleva una vida social muy activa.
Yo estoy en una comunidad de vida contemplativa, hago una opción de vida para dedicarme al silencio ya la oración como una exigencia interior, pero los muros del monasterio fueron traspasados por el clamor de la humanidad, sobre todo con esta crisis tan brutal que estamos viviendo. Todo esto me moviliza y me doy cuenta de que el espacio de contemplación no son sólo los límites del monasterio, el claustro, la clausura, sino que un espacio de contemplación es el mundo, y aquí es cuando escribo ‘Mi claustro es el mundo’. A veces pensamos que hemos hecho compromisos para toda la vida, y que ni Dios los puede cambiar, pero creo que debemos ser fieles a los signos de los tiempos.

Para mí el fútbol es una pasión, pero intento aprender de esta pasión

¿Y cómo se compatibiliza la vida contemplativa y de clausura con las redes sociales, que son la ventana al mundo más grande que hay?
Siempre he dicho que somos los peores vendedores del mejor de los productos. Yo creo que el mensaje del evangelio no es un patrimonio de los cristianos, sino de la humanidad. Jesús viene a instaurar un nuevo orden, que es el del que el pan es para partirse, compartir y repartir, que debe haber justicia para todos, trabajar por los derechos humanos, introducir la compasión en nuestra historia..., entonces para mí las redes sociales me permiten crear complicidades, buscar sintonías y nuevas sinergias, y por otra parte, las redes sociales son como un espejo de lo que hay en la sociedad. Nosotros echamos en las redes sociales lo que llevamos dentro, y vemos que en estas hay mucho anonimato, y que a veces se convierten en las alcantarillas de la sociedad, el lugar donde la gente vomita sus frustraciones. Si tenemos una herramienta muy buena para ser transparentes, para pedir, para explicar, para solidarizarnos, debemos crear una gran pandemia de compromiso a través de las redes sociales. Las redes son un púlpito, y el evangelio son versículos, textos muy pequeños que entran perfectamente en 140 caracteres. Creo que Jesús fue el primer tuitero de la historia: frases cortas que conmueven y mueven al compromiso.

Usted dijo en una entrevista que no ser del Barça era pecado...
Bueno, la pregunta era si odiar a Mourinho era pecado, y yo respondí que no tenerle simpatía es una virtud, y a partir de ahí siguió el diálogo y el titular terminó siendo “no ser del Barça es pecado”. Lo que yo creo es que no ser del Barça es no ser lo suficientemente lúcido para no darse cuenta de que es el mejor equipo del mundo, pero bueno, en esta vida tiene que haber de todo.

¿Conoce a Messi personalmente? ¿Qué le dijo o qué le diría?
Un día me lo encontré en la Ciudad Deportiva y nos saludamos, pero él no dijo nada. A Messi hay que pedirle que juegue al fútbol y no que hable. Si lo viera hoy, le daría un abrazo y le daría las gracias por tantos momentos felices que nos ha dado, le diría que confiamos en él y luego le pediría disculpas porque hemos sido muy inmisericordes con él. Todos tenemos buenos y malos momentos en la vida y no se le ha sabido perdonar, tanto en Argentina, donde no sabemos ni valorar ni respetar a Messi, como aquí, el año pasado. Los jugadores no son máquinas, no son perfectos. A veces nuestro problema es que idolatramos a los jugadores y no los aceptamos que no sean perfectos y que no ganamos siempre. Aquí tenemos todo un reto, la afición.

¿Y cuando se compara a Messi con Dios?
Lo veo con mucho sentido del humor. Yo siempre digo que Dios es argentino y que en la intimidad a veces se llama Francisco y a veces, Leo.

 

Força Barça
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