El primer estadio que convirtió el fútbol en electricidad
Uno de los mayores retos en las favelas de Brasil es lograr que sus niños y jóvenes permanezcan en la escuela. La educación es un logro imprescindible si se quieren mejorar las duras condiciones de vida en que se desarrollan. Así lo explica Pedro Paulo Ferreira, presidente de la asociación de vecinos de Morro da Mineira, una de las muchas favelas que rodean Río de Janeiro. Pero la formación no es lo único, advierte, y casi igual de importante es que los chicos dispongan de espacios en el barrio donde emplear su tiempo de ocio sin caer en la delincuencia. Especialmente de estadios de fútbol, porque ese es el deporte rey brasileño, que se juega a todas horas, en todas partes.
En Morro da Mineira era imposible jugarlo. El viejo estadio no contaba con un suelo adecuado, y la cubierta de las gradas estaba agujerada por agujeros de bala. Cuando se logró restaurarlo, se hizo de una manera completamente novedosa. “En mi vida había oído hablar de la energía cinética”, declara Ferreira. Y esa fue la clave.
Porque no solo él, sino todos los alumnos de las escuelas de la favela, participaron activamente en la rehabilitación del campo. Aprendiendo conceptos como fuentes de energía alternativas, energía cinética, e ingeniería aplicada. El ingeniero británico Laurence Kemball-Cook es el promotor de esta revolucionaria idea, que jugar al fútbol pueda producir electricidad, y fue el encargado de enseñarles. Reuniéndolos primero en el viejo campo, les pidió que botaran en grupo, saltando sobre sus pies, encima de una instalación de su pavimento cinético. Chicos y chicas botaron como en un juego, que iba volviéndose más dinámico, hasta que al final gritaban, divertidos ¡he, he, he, he! Entonces sucedió el milagro. La lámpara que Laurence portaba en las manos se iluminó.
A ese acto mágico siguió un proceso de formación en las escuelas, donde los profesores les explicaban por qué nuestro movimiento al caminar genera una fuerza de impulso. Y cómo esa fuerza puede transformarse en energía mediante una instalación de ingeniería adecuada.
Concretamente, a través de Pavegen, el pavimento inventado por Kemball-Cook. Está formado por una serie de paneles de caucho procedentes de neumáticos reciclados que, al ser blandos, se deforman bajo el peso del pie de cada persona que los pisa. Esa presión se transmite a cristales de cuarzo y bobinas de cobre que, por inducción, pueden llegar a generar suficiente electricidad como para iluminar una calle durante 30 segundos con un solo paso. Las carreras de veintidós futbolistas librando un encuentro consiguen mucho más.
Y eso es lo que actualmente disfrutan en el estadio de Morro da Mineira, gracias a doscientas placas bajo el césped artificial, que transforman los pasos de los jugadores en energía eléctrica. Mediante paneles solares complementarios y una batería, el campo puede estar iluminado 10 horas seguidas con paneles led, incluso si no hay ningún futbolista en el campo. Aunque eso no es nada frecuente. Disponer de luz en los espacios públicos es un milagro en la favela, igual que la oscuridad uno de sus mayores peligros, especialmente para niños y adolescentes. Por eso cada noche familias, jóvenes y entrenadores acuden a usar la instalaciones, siempre llenas de vida y de fútbol.
La instalación se llevó a cabo en 2014 y, desde entonces, todo el espacio alrededor del campo ha ido convirtiéndose en un punto de encuentro vecinal. Pequeños negocios de comida han surgido al calor de las reuniones y alimentan a quienes acuden a los partidos. Los equipos de niños y jóvenes han desarrollado además un sentimiento de orgullo asociado a su favela, que les anima a acudir puntualmente a los entrenamientos. Para André Rodrigues, uno de los entrenadores, el sistema “ha permitido descubrir a los habitantes de la favela que existen formas limpias, gratuitas y seguras de producir energía. Un concepto tan ampliamente asumido en los países desarrollados resulta muy novedoso en lugares como este.”
Pero qué ocurriría en el caso de instalar una tecnología como esta en los estadios e instalaciones deportivas de un gran club como el Barça. Los cálculos de energía generada combinando el Camp Nou y los campos de entrenamiento sumarían, en un año, el equivalente a tres meses de consumo en un solo hogar. No es mucho, pero si además se instalara en las zonas de mayor tránsito, por donde el público accede, reduciría el coste de iluminación de las instalaciones. Su problema, de momento, es el alto coste de instalación, calculado en 11 millones de euros solo para el estadio principal.
La empresa confía en reducir costes en un futuro y el club, en su vocación de incorporar nuevas tecnologías al mundo del deporte, sigue con interés su evolución. Mientras, Laurence Kemball-Cook continúa llevando su idea de aprovechar la energía cinética del fútbol a todos los rincones del mundo. Un proyecto semejante al de la favela de Río se ha instalado en Johannesburgo, Sudáfrica, en un vecindario donde la necesidad de iluminación nocturna resultaba igualmente fundamental. Y es que la pasión por el fútbol puede llegar a generar mucha energía.