La historia del fichaje de Ladislao Kubala por el FC Barcelona merecería una película. O quizás una serie de televisión. Y es que los hechos que rodearon su llegada están a la altura de la leyenda que fue el gran Laszi. Ahora que se cumplen 75 años de este episodio de la historia azulgrana, vale la pena recordarlo. Y celebrarlo. Por cómo se desarrollaron los acontecimientos y por lo que supuso. Porque sin Kubala no se entendería el Barça de los años cincuenta del siglo pasado, el gran Barça de las Cinco Copas. Y, probablemente, sin Kubala tampoco se entendería el Barça de hoy.

El 15 de junio de 1950, nadie —ni siquiera el propio Ladislao Kubala— podía imaginar que comenzaba una aventura de once temporadas en la que el FC Barcelona y el astro húngaro escalarían hasta la cima del fútbol mundial. Ese día, a las ocho y media de la tarde, se firmó un contrato que unía al Club y al jugador, y que costó Dios y ayuda hacer efectivo. A partir de entonces, el fenómeno social en que se convirtió Kubala solo puede compararse con lo que, en otros momentos muy distintos de la historia, representaron Johan Cruyff y Lionel Messi.

Samitier decisivo

Kubala llegó a España en 1949 como uno más de los futbolistas del Hungaria, un equipo formado por exiliados de Europa del Este que buscaban una vida mejor en Occidente. Como sus compañeros de fuga, sin embargo, estaba sancionado por la FIFA, y la posibilidad de un traspaso no parecía fácil. Sea como fuere, el Hungaria debutó en un amistoso contra la selección española, jugado en el entonces nuevo estadio de Chamartín de Madrid, donde aquel futbolista rubio y musculoso dejó claro que era único. Superdotado físicamente y, al mismo tiempo, hábil y técnicamente exquisito, Kubala despertó el interés de Santiago Bernabéu, que enseguida le ofreció un contrato irrechazable para jugar en el Real Madrid.

Pero el destino de Kubala era azulgrana. Y para que así fuera, tuvo mucho que ver otra leyenda de la historia barcelonista: Josep Samitier. En el tren que transportaba al Hungaria de Madrid a Barcelona, donde debía jugar un amistoso contra el Espanyol, Samitier fue capaz de convencerlo para que cambiara de opinión. ¿Cómo? Pues ofreciendo un contrato a su cuñado y entrenador del Hungaria, Ferdinand Daučik, e igualando la mareante oferta que le había hecho el Real Madrid. Entonces secretario técnico del Barça y con mucha influencia en la Federación Española, “Sami” fue determinante en el fichaje de Kubala por el Barça.

Hasta abril de 1951

Además de soportar el enfado del Real Madrid por el fichaje frustrado, el Barça y Kubala tuvieron que superar una larga carrera de obstáculos burocráticos antes de que el jugador pudiera debutar oficialmente con la camiseta azulgrana. De hecho, no lo hizo hasta el mes de abril de 1951, casi un año después de haberse comprometido contractualmente con el FC Barcelona. La FIFA, finalmente, dio su visto bueno, y el Barça tuvo que compensar económicamente al Vasas de Budapest, el anterior equipo de Kubala. Mientras tanto, se disputaron nueve partidos amistosos para hacer más llevadera la espera, y se impulsó una campaña de propaganda franquista que presentaba a España como un país abierto a los fugitivos del comunismo que querían abrazar la libertad…

Desde el debut de Kubala, al Barça —dirigido por Daučik— no lo paró nadie. Durante dos temporadas, hasta 1953, arrasó en todas las competiciones que disputó: Liga, Copa, Copa Latina y Copa Eva Duarte. Todo en él era exagerado, como los siete goles que marcó en un partido contra el Sporting, en febrero de 1952, un récord que aún no ha sido igualado. De hecho, su carisma iba más allá del rectángulo de juego: se convirtió en un icono, un fenómeno de masas. Incluso protagonizó una película, Los ases buscan la paz, que era una biografía exagerada, al gusto del régimen, sobre su huida de la Europa comunista.

La de Kubala es, en todo caso, una historia de cine.

 

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