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EN PRIMERA PERSONA: Michael Laudrup

El exjugador de Barça y Madrid escribe en fcbarcelona.es una carta dirigida a los aficionados recordando su pasado en los dos equipos cuando queda una semana para que se dispute el Clásico

Queda exactamente una semana para el Clásico y como todos los aficionados ya estoy contando los días para que llegue la gran cita del 18 de diciembre. Un Clásico es siempre un partido especial. Ya en las semanas previas al partido se nota en el ambiente.

Son cosas que he vivido como futbolista. Y no solamente cuando estuve en el Barça o en el Madrid. También en Italia, Holanda o Dinamarca. Son partidos en los que hay un sentimiento muy fuerte y los aficionados te lo hacen sentir así. Notas que tienes una gran responsabilidad.

Cuando yo llegué al FC Barcelona en 1989 la Liga española no tenía el reconocimiento internacional que tiene ahora. Y, por lo tanto, el Barça-Madrid ha sido un gran partido siempre, pero hasta ese momento no daba la vuelta al mundo como lo hace ahora. Pero desde la llegada de Johan Cruyff al Barça, y en la década de los 90, el Clásico evolucionó y se convirtió en el Clásico de todo el mundo, no sólo de España.

Tanto es así que cuando fui a entrenar a Qatar la primera pregunta que me hicieron en rueda de prensa fue: “¿De qué equipo eres: del Barça o del Madrid?”

¡Esa fue la primera pregunta de la rueda de prensa de mi presentación! Así que os podéis imaginar la dimensión de este partido.

Para mí siempre será especial el primer Clásico que jugué. Fue hace exactamente 30 años, en octubre de 1989. Ganamos 3-1. Fue una victoria muy importante para el Barça, ya que en ese momento el Madrid estaba muy fuerte. Llevaba cuatro Ligas consecutivas. Y el Barça, con Cruyff de entrenador, había cambiado muchas cosas para revertir la dinámica. Para nosotros era importante ganar ese partido para que el Madrid no se escapara en la clasificación. ¡Y lo hicimos! Aunque después la Liga la ganó el Madrid, pudimos devolvérsela ganándoles en Valencia en la final de Copa por 2-0.

Una vez terminada esa primera temporada, la verdad es que nos fue muy bien. Porque ganamos cuatro Ligas consecutivas y eso fue increíble. Sobre todo, porque entonces el Barça era un equipo que estaba por detrás del Madrid y quería superarle para llegar a la cima. Y lo consiguió. Nos juntamos una generación de futbolistas espectaculares, liderados por un entrenador brillante como era Johan Cruyff.

¡Qué entrenador…!

Para mí ha sido el mejor entrenador que he tenido en mi carrera futbolística. Y eso que cuando yo llegué al Barça ya era un jugador importante que venía de jugar con la Juventus en la élite. Pero su manera de entender el futbol era de genio.

A lo largo de mi carrera he tenido grandes entrenadores pero él tenía una cosa que no tienen muchos: hacía disfrutar a los jugadores en los entrenamientos. Los preparaba pensando en cómo quería jugar los partidos. Cruyff fue uno de los más grandes de todos los tiempos. Y además, tenía otra gran virtud. Te podía explicar cualquier situación táctica en 10-15 segundos. Y eso era una habilidad espectacular. Lo hacía fácil para el jugador. Siempre decía que lo más difícil del fútbol era jugar sencillo. No me sorprende que ahora haya grandes técnicos que hayan salido de aquel equipo. Como Guardiola o Koeman, entre otros.

Pero además del estilo de juego y las cuatro Ligas consecutivas, hay otro momento muy especial para mí con el Barça: la final de Wembley en 1992. Ganar la primera Copa de Europa de la historia del FC Barcelona fue muy emocionante. Hay que entender que el Barça nunca la había conseguido y que, además, ganaba una Liga cada siete u ocho años. Y llegamos nosotros y ganamos todo esto.

¡Imaginaos como se celebró todo aquello! Los aficionados se volvieron locos. Fue maravilloso.

De esa final, todo el mundo habla de la famosa frase de Cruyff en el vestuario: ‘Salid y disfrutad’.

Y fue así.

Porque había que disfrutarla. Nunca sabes cuándo volverás a jugar otra final. Y por eso nos teníamos que quitar los nervios de encima. Jugar una final es lo más bonito que hay en el fútbol.

Pero volviendo a los Clásicos, no puedo olvidar tampoco los dos 5-0 que viví. El primero, en 1994 con el FC Barcelona. Y al año siguiente con la camiseta del Real Madrid.

El 5-0 del Camp Nou fue increíble. Nadie se lo esperaba. Porque los Clásicos son partidos igualados entre dos enormes equipos. Y aunque en la historia se han dado resultados así, son atípicos. De hecho, han pasado casi 30 años y la gente aún sigue hablando de aquellos partidos. Eso demuestra que no es normal. Por suerte, he vivido esos resultados siempre del lado ganador. Aunque para mí lo principal era ganar, más allá del resultado final.

Aquel 5-0 en el Camp Nou fue espectacular.

Yo entré al campo a los 8 minutos de la segunda parte, justo después de que Koeman hiciera el 2-0 de falta. Recuerdo que nos salió todo y Romario hizo una exhibición espectacular con un hat-trick. Yo le di una asistencia de gol. Los aficionados del Camp Nou se lo pasaron en grande. Y cuando vas 2-0, 3-0… Es muy difícil parar. Hasta el 5-0.

¡Y aún tuvimos oportunidades para marcar un par de goles más por lo menos!

Luego, cuando al año siguiente lo viví con el Madrid también fue atípico. Porque tampoco nadie se lo esperaba. Debo decir que en el vestuario del Madrid los jugadores que habían vivido esa derrota en el Camp Nou tenían muchas ganas de venganza y había un ambiente particular. Se acercaba fin de año y ya por Navidad la gente hablaba de que se tenía que ganar al Barça sí o sí después de Reyes. Además, en ese momento el Barça no estaba muy bien. Y cuando llegó el partido nos salió todo redondo. Pasó lo mismo que 12 meses antes en el Camp Nou.

Lo que más me gustaba de jugar los Clásicos es que sabías que ese día el Camp Nou estaría a reventar. El ambiente era diferente al de un partido normal. Desde el calentamiento hasta el final. Había mucho respeto entre ambos equipos y, normalmente, el que jugaba en casa era quien dominaba los partidos. En el Camp Nou ganábamos siempre, pero en el Bernabéu siempre ganaba el Madrid, salvo algún empate. Porque el que jugaba en casa era muy fuerte.

Y eso es normal en el fútbol. Por eso creo que no es normal lo que ha ganado el Barça en el Bernabéu durante la última década. Son hasta ¡ocho victorias! en los últimos 11 partidos de Liga. Y no sólo son victorias. Si no el cómo las ha conseguido. Con goleadas como el 2-6, el 0-4, 0-3... Increíble. Es de admirar. No es fácil y hay que darle mucho valor. El Barça tiene a Messi y con eso ya tiene mucho ganado, pero no sólo ha sido él, si no todo el conjunto del equipo.

Por cierto, todavía recuerdo el mosqueo que cogí tras un Clásico que ganamos. Fue en enero de 1991 y ganamos por 2-1. Ese día Hristo y Koeman no estaban y, por lo tanto, el partido se nos complicaba de inicio. Yo jugué de delantero centro y marqué un golazo de volea a pase de Goikoetxea. Ese fue el 1-0. Al día siguiente, todo el mundo hablaba más del gol en propia puerta de Spasic que había dado la victoria al Barça que de mi gran gol. Y yo me enfadé. No entendía porque no se hablaba de mi gran gol.

Luego, con el paso del tiempo, acabé entendiendo que el de Spasic fue un gol muy atípico. Obviamente, más allá de aquel enfado puntual, estaba contento por la victoria. La suerte nos acompañó en ese partido.

Aquella generación del Barça jugó muy bien al fútbol… pero también tuvimos suerte. Porque en el fútbol la suerte también es muy importante. Porque ganamos cuatro ligas, pero tres de ellas en la última jornada. Y dependiendo del resultado del Madrid. Me acuerdo de la primera de ellas, cuando nosotros teníamos que ganar al Athletic Club y el Madrid al Tenerife y en el descanso ellos ganaban 0-2. A ese Madrid, esa temporada un 0-2 no se le escapaba jamás. Y sin embargo, perdieron 3-2. ¡Ya os podéis imaginar cómo lo celebramos!

Cuando luego estuve en el Madrid los jugadores que habían vivido ese episodio me decían que no se lo podían sacar de la cabeza. ¡Lo tenían grabado en la memoria!

Al año siguiente se repitió la historia. Aunque ya fue más normal porque el Madrid volvía al lugar del crimen. Y por lo tanto, el factor mental también influyó.

Para mí la Liga más explosiva de todas fue la de 1994. Cuando nosotros ganamos 5-2 al Sevilla y el Deportivo va empatando 0-0 y tiene un penalti en el minuto 90 para ganar la Liga. En ese momento, el Camp Nou enmudeció. Se paró el mundo. Fue algo muy fuerte vivirlo desde el césped. Y claro, cuando escuchamos que Djukic lo falló, la alegría se desbordó.

A partir de ahí cambió un poco todo. Porqué luego perdimos la final de Atenas.

Esa temporada fue complicada porque éramos cuatro jugadores extranjeros en la plantilla, pero solo podían jugar tres. Y claro, cuando tienes en la misma plantilla a Romario, Koeman, Stoichkov y a mí pues no es nada fácil para el entrenador. En la Liga nos lo combinamos y nos íbamos rotando, porque podían jugar tres de inicio y el cuarto esperaba en el banquillo. Pero en Europa no. Solo podían ir tres convocados.

Y yo me quedé fuera de la final contra el AC Milan.

Evidentemente, contento no estaba. Me dolió mucho no jugar esa final. La culpa al final era del reglamento. Pero me dolió. Y después de la derrota yo ya veía que el Barça podía sufrir la temporada siguiente. Y veía que ese equipo que había dado tantas alegrías tocaba a su fin. Podía haberme ido a otro país. Tuve ofertas de otros equipos, pero yo ya tenía 30 años, todo el mundo me conocía en España. Y en ese momento sentí que era la del Real Madrid era  la mejor propuesta para mí.

Y por eso acepté. El tiempo me dio la razón porque ese año el Barça sufrió y el Madrid, que entonces estaba por debajo del Barça, consiguió ganar la Liga ese año.

Si tenía alguna duda de lo que significaba un Clásico lo terminé de entenderlo cuando luego volví al Camp Nou con el Madrid. Me silbaron muchísimo.

Cuanto más te quiere la gente, más te pita. Pero lo entendí.

Yo había sido importante en el Barça. Y al final el fútbol es un sentimiento muy fuerte. Lo pasé mal porque te duele como jugador. Porque juegas contra los que han sido tus compañeros y un estadio que ha sido el tuyo durante cinco años. Pero hay que respetar la reacción de la gente. No es agradable, pero lo entiendes.

Al final, me quedo con la suerte de haber podido jugar este tipo de partidos, que son los que nos gustan a los jugadores.

Ahora lo sigo disfrutando desde fuera de los terrenos de juego. Pero los vivo con pasión.

Y me voy a mojar con un resultado.

Aunque lo veo muy igualado, siempre digo que el que juega en casa es el favorito. Así que me la juego con un… ¡2-1 para el Barça!

Qué disfrutéis todos del partido.

Michael Laudrup

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